Imagínese que alguien diga “En su cuerpo hay incontables millones de pequeños módulos que renuevan, mantienen y salvan su vida constantemente. Sin estos, caería usted muerto en el acto. Sin estos, ni siquiera hubiera nacido. No existiría ninguna persona, animal o planta sin ellos, ya que son la fuente de la vida”. Si hubiera algo como esto, con toda seguridad lo sabría. Esto lo debería saber todo el mundo. Si existen estos pequeños módulos, y se llaman ENZIMAS. La mayoría de las personas solo tienen una idea muy inexacta sobre las enzimas y sus funciones.
Las enzimas han sido ampliamente estudiadas, su aplicación terapéutica en la medicina biológica posibilita disminuir o eliminar la mayoría de las enfermedades crónicas. Las enzimas son de hecho, la fuente de la vida, gracias a los millones de enzimas que aceleran cada proceso bioquímico es que podemos reproducirnos, crecer, renovar tejidos, cicatrizar y mantenernos saludables. Sin enzimas no hay vida.
El conocimiento sobre la enzimoterapia puede aprovecharse hoy en día para aliviar el dolor y el sufrimiento soportado por millones de personas durante muchos años, para protegerlas de nuevas enfermedades, para regalarles una vida más saludable y larga.
Lo dice en la Biblia, en el segundo libro de Reyes, capitulo 20 “Cuando el Rey Hiskia enfermó mortalmente en aquellos días. El profeta Jesaja, hijo de Amos fue hacia él y le dijo “ así hablo el Señor, pide tu casa, ya que tienes que morir y no sanarás!” El rey Hiskia padecía cáncer. Llorando le pidió a Dios que lo salvara. El Señor lo oyó y le dijo a Jesaja, en el momento en que el profeta se disponía a salir del palacio real, que había decidido que Hiskia iba a sanar nuevamente. Jesaja dijo:”¡Traigan un apósito de hojas de higuera!” lo colocaron en el tumor y entonces sanó.
Este es el caso documentado más antiguo de enzimoterapia. Las enzimas en la hoja de higo, sanaron el cáncer del rey Hiskia. En los pueblos nativos de América, África Asia y Australia, también se  aplicaba la enzimoterapia, aun sin conocer porque o cómo funcionaba, usando emplastos de piña y papaya sobre tumores, lesiones y heridas. Estas plantas tienen alto contenido enzimático (Bromelina y Papaína).
¿Las enzimas, todo lo sanan? Una persona está enferma. No obstante lo que tenga, seguramente algo no anda bien con sus enzimas. Si sus enzimas hubieran eliminado la causa de los padecimientos que afectan su salud, y hubieran mantenido el estado normal de su salud , que son finalmente sus tareas principales, esta persona no estuviera enferma. Lo lógico en casi cualquier padecimiento, al aportar la cantidad  necesaria de enzimas, se ayuda a las enzimas débiles a terminar con el padecimiento que afecta la salud de la persona. Es tan sencillo como ir por un puñado e grageas enzimáticas, ingerirlas y el grupo auxiliar fresco empieza a volverse activo. Las que todo lo sanan empiezan a actuar. Las enzimas reconstruyen tejido, eliminan  toxinas y material de desecho, fortalecen los sistemas circulatorio, de defensa y digestivo, reducen la inflamación de manera efectiva y rápida, favorecen la cicatrización, luchan contra los virus y reducen el dolor .  Esta terapia es impresionante. Comprende prácticamente a todas las enfermedades que hoy en día son designadas como crónicas.
La administración de preparados enzimáticos  para el tratamiento de enfermedades crónicas, así como su prevención es algo que ha venido realizándose exitosamente por espacio de
50 años. Es sorprendente que un método tan básico, efectivo, multifacético y exitoso no se ha convertido ya desde hace mucho en norma en cada práctica médica y porque cada uno de nosotros no tiene en su botiquín estos excelentes curadores  listos para tomarlos cuando se requiera, desafortunadamente los prejuicios de los médicos convencionales hacia la medicina biológica la han relegado a un segundo plano. Sin embargo los esfuerzos de los médicos que practican las terapias alternativas y utilizan la medicina biológica han empezado a dar sus frutos en América Latina, utilizando ampliamente esta terapia tan efectiva.
En Alemania, fue el bioquímico Gaschler, quien en 1937, no sólo inyectaba enzimas individuales de manera efectiva contra determinadas formas de cáncer, sino que también administraba estas como medicina. A comienzos de siglo, el Dr. Beard, le inyecto jugo pancreático de becerros sacrificados a sus pacientes enfermos de cáncer, obteniendo éxitos impresionantes con su tratamiento. Otros médicos trataron de imitar su hazaña, pero usaron jugo pancreático que no estaba fresco, por lo que ya no tenía enzimas vivas. Claro está, fracasaron y tildaron a Beard de charlatán, descartando la terapia por falta de evidencia científica.
Fue  el científico alemán, el Dr. Max Wolf, quien retomó el estudio de las enzimas, y se convirtió en el padre de la enzimoterapia sistémica oral. Su apariencia externa no era muy llamativa. Medía 1.55 metros de estatura, pero era un gigante de la medicina biológica.  Tenía un gran magnetismo sobre las mujeres más hermosas, los científicos más geniales, los artistas más famosos y los políticos más poderosos.
A los doce años huyo de casa, por el ambiente violento en el que vivía. Se fue en tren a Viena por sí solo, se ganaba la vida dando clases auxiliares a compañeros de clase brillantes que provenían de hogares adinerados.
Terminó la escuela más rápidamente que sus demás compañeros, estudió construcción de edificios y obras públicas. Se convirtió en ingeniero y realizó todo tipo de inventos técnicos. Obtuvo una patente por su creación para detener carros de ferrocarril descarrilados. Desarrolló un sorprendente talento para dibujar y pintar, se convirtió en artista y obtuvo en breve tiempo, el título de “Pintor de la corte Austro-Húngara, para Su Majestad el Káiser Francisco José de Austria.”
Al inicio de la primera guerra mundial,   Max Wolf viajo a Nueva York a visitar a su hermano, que era médico. Luego, entro a estudiar medicina, igual que su hermano. Después de unos cuantos semestres presento ya pláticas propias en la universidad, ya que esta persona sorprendente sabía ya más que la mayoría de los profesores que le impartían clases. Poco después de terminar sus estudios, el Dr. Wolf fue invitado a presentar otras ponencias acerca de medicina y fue nombrado profesor de Medicina de la Universidad de Fordham en Nueva York. En toda su vida, obtuvo en total, siete títulos de doctorados diferentes.  Además de sus actividades como profesor universitario, junto con su hermano abrió un consultorio, se especializó como ginecólogo y posteriormente, dirigió la clínica de maternidad más grande de Nueva York, que registro más 4000 nacimientos anuales. Los fines de semana Wolf trabajo como especialista en enfermedades de oídos, nariz y garganta. Su interés especial iba dirigido hacia las glándulas hormonales. Ya que en toda la literatura médica no había ni un solo libro de texto sobre el sistema hormonal, escribió uno sobre endocrinología. Los médicos lo compraron rápidamente y su hermano, a quien le había dejado los derechos de autores, se convirtió en millonario en poco tiempo, lo que en aquel entonces todavía significaba algo.
El Dr. Wolf, también se interesó en la genética aplicada. Por cuenta propia realizo algunas investigaciones en este campo y creo muchas bases de lo que hoy en día se emplea en la tecnología genética moderna.
 Así pudo prever los requisitos crecientes de albúmina para la alimentación de la humanidad y considero si este requisito de albumina podía cubrirse más rápida y económicamente mediante el cultivo de bacterias productoras de albumina, que mediante la agricultura. Alimento a determinadas bacterias con grandes cantidades de aminoácidos, que son los elementos para la formación de albumina. Al mismo tiempo, aumento la tasa de mutación, es decir, la propensión a los cambios genéticos por medio de las irradiaciones ultravioleta y la añadidura de colquizina, al veneno que cambia las células de cólquico. La mayoría de las bacterias murieron con este tratamiento y solo pocas toleraron el alto contenido e albumina. Estas bacterias tolerantes de albumina fueron aisladas y sometidas nuevamente a este procedimiento. La selección continuada de bacterias tolerantes de albumina conllevo finalmente a una cepa de bacterias, cuya sustancia seca consistió en albumina en un 85% y que además, estaban tan acostumbradas a la albumina, que eran adictas a esta, al limitar el suministro de albumina, estas bacterias fabricaban la albumina ellas mismas, de nitrógeno, sales y celulosa. Al hacerlo, las bacterias crecían tremendamente y se multiplicaban con gran rapidez. El procedimiento del profesor Wolf de producir albúmina para la alimentación humana, por medio de bacterias productoras de albumina fue patentado.  Esta investigación, la financió el vicepresidente de Estados Unidos y amigo personal del Dr. Wolf, el Dr. Henry Wallace. Wallace era biólogo y especialista en genética, había logrado cultivar una mejor variedad de trigo y fresas de mayor tamaño.
Por diversión, Wolf creo la primera rosa azul, modificada genéticamente. Más importante fue que el Dr. Wolf, en forma semejante a su estudio con la albumina, cultivo bacterias inmunizantes con las que se luchó efectivamente contra una epidemia de inflamación de ubres en vacas lecheras que estaba azotando Estados Unidos en esos tiempos.
Al involucrarse cada vez más en la genética, el Dr. Wolf se hizo más consciente del papel clave que desempeñan las enzimas en cualquier actividad vital, para cualquier forma de vida. Cuando descubrió las inmensas posibilidades que se encontraban escondidas en el mejor dominio de las actividades enzimáticas que ocurren en el organismo, limito sus intereses que hasta ese momento habían sido muy extensos y se concentró en la investigación de las enzimas a partir de ese momento.
Estableció un mayor contacto con el profesor Freud, en Viena. A principios de la década de los treinta, en todo el mundo se oyó una noticia extraordinaria. De acuerdo con esta noticia, el profesor Freud y su colaboradora Kaminer, habían descubierto que en la sangre de personas sanas hay una sustancia que puede atacar células cancerosas y eliminarlas, formando así una protección contra el cáncer. Se decía que la sustancia faltaba en la sangre de los enfermos cancerosos o que existía en una forma débil. El profesor Freud llamó esta sustancia “sustancia normal”, sin poder explicar de que podía consistir o como podría funcionar. En ese tiempo, el Dr. Wolf viajaba regularmente por vapor a Europa para intercambiar experiencias con sus colegas europeos. En este intercambio, Wolf se informó de la terapia moderna de rayos contra el cáncer  y la introdujo en Estados Unidos.
La sustancia normal del profesor Freud, lo fascino extraordinariamente. Cuando murió Freud, Wolf se hizo cargo de seguir investigando la sustancia normal, y al poco tiempo concluyo acertadamente, que solo podía tratarse de enzimas.
Debido a esto, estudió las hidrolasas más detalladamente y pudo comprobar que no solo desempeñaban un papel de importancia en el caso de cáncer, sino que generalmente, en caso de cualquier deterioro de la salud, el tipo, calidad y cantidad de estas enzimas es de vital importancia.
 De esto, dedujo la consecuencia lógico de un suministro, del tipo, cantidad y calidad correcta de hidrolasas (enzimas) representaba una medida básica para reponer y asegurar la salud en caso de alguna enfermedad y que era adecuado revolucionar la medicina.
El Dr. Wolf fundó el Instituto de Investigación Biológica (Biological Research Institute) en Nueva York, y trajo a la bioquímica Helen Benitez como su colaboradora más importante. Helen Benitez había sido durante años la directora del laboratorio de técnica de cultivos celulares del Departamento de Neurocirugía de la Universidad de Columbia.
La primera tarea de la bioquímica fue aislar enzimas de sustancias de origen vegetal y animal, y limpiarlas de los componentes designados como albuminas extrañas, aun cuando estas hidrolasas en si consistían de albuminas “extrañas”. Ahora bien, todas las enzimas son bastante delicadas cuando se trata del sustrato que absorben, y que cosa hacen especialmente una vez que lo han absorbido, pero les da igual si lo hacen con un organismo humano, animal, vegetal o un microorganismo. Afortunadamente, no son específicas en cuanto al tipo, si no fuera asi, no podríamos absorber ninguna de las enzimas contenidas en nuestra alimentación y utilizarlas en nuestro organismo. Toda la terapia enzimática sería prácticamente imposible.  Se realizaron varios miles de pruebas con las enzimas limpiadas, para determinan que enzimas desarrollaban cuales actividades, de que sustancias,  de origen animal, vegetal o microbiano.
En el laboratorio se llevaron diferentes concentraciones de hidrolasas en cultivos celulares que contenían células cancerosas. Se filtraron las mejores enzimas, según su actividad de disolver las células cancerosas. Después de varios años, destacaron especialmente dos preparados enzimáticos. Uno influía en enfermedades degenerativas. Las enzimas obtenidas en el Instituto de Investigaciones Biológicas (Biological Research Institute) del Dr. Wolf, combinadas de sustancias básicas de origen animal y vegetal, fueron llamadas “Mezclas enzimáticas Wolf-Benitez”. Posteriormente se acorto a WOBE-Enzimas.
Hoy en día disponemos de estas enzimas bajo el nombre WOBE-Mugos y Wobenzym.
Casi desde el principio, el profesor Wolf le administró a sus pacientes, con plena confianza en la inocuidad y efectividad de sus mezclas enzimáticas, estos nuevos medicamentos y fue recomendado por los éxitos logrados.  Entre sus pacientes se encontraban numerosas personas ricas y famosas.  El problema principal se debió a la dificultad y alto costo de obtener gran cantidad de enzimas. Solamente se podía producir una cantidad limitada de preparados enzimáticos.
Junto con El Dr. Karl Ransberger, fundaron, la Sociedad Médica de Investigación Enzimática en Múnich.  (Medizinische Enzymsforschungsese-llschaft). Gracias al Dr. Ransberger y a una extensa investigación que llevo junto al Dr. Wolf , se pudo mejorar la seguridad y la absorción de los preparados Wobe.  Además el joven Ransberger, también trabajo con el Dr. Wolf en el Instituto de Investigaciones Biologicas.
El Dr. Wolf trato a los Músicos de la Metropolitan Opera: Caruso, Richard, Tauber, Leo Slezak. También a otros famosos como Julie Andrews, Pablo Picasso, Su Majestad el Káiser Francisco José de Austria, Rodolfo Valentino, Marylin Monroe, Greta Garbo, Clark Gable, Gloria Swanson, Gary  Cooper, Chaplin, Lionel Barrymore, Mary Pickford y Marlene Dietrich. También trato a los Vanderbilt, Rockefeller y los Kennedy. Presidentes como Truman y Eisenhower, se dejaron curar por él, al igual que el jefe de la CIA Edgar Hoover.
El Dr. Wolf falleció en 1976  a la edad de 91 años. El Dr. Karl Ransberger, fue quien continuo su trabajo investigativo. Hoy en día, Mucos Pharma produce y comercializa los preparados enzimáticos del Dr. Wolf, Wobenzym y  Wobe-mugos, en grageas con capa entérica  para asegurar una óptima y segura absorción.

EXTRAIDO DEL LIBRO ENZIMOTERAPIA, DR. KARL RANSBERGER, DR HECTOR SOLORZANO DEL RIO